"Marcel se quedó de pie ante el biombo de espejos que decoraba una de las esquinas del recibidor. Su madre tenÃa razón cuando decÃa que era guapo y juncal. Todo en él guardaba la norma de las ordenanzas militares: calzón y casaca de lienzo negro con puños rojos; veinte botones dorados, como veinte soles brillando a fuerza de amoniaco y zumo de limón; chupa roja con dos bolsillos de cinta negra; una paloma blanca de encaje saliendo del bolsillo izquierdo; sombrero bicornio con una pluma roja bien peinada; botines blancos y deslumbrantes de tanto darle con cera de abeja y paño de algodón; cartuchera nueva, vaina fina y una espada relumbrante, como un rayo colgando de su cadera".
Fragmento. EL DIOS DE LOS JILGUEROS. Francisco Altable.